Creo que estoy en plena fase de dilatación, justo en el simpático proceso de las contracciones uterinas. Me temo que hoy mismo acabaré expulsando ese tapón muco-sanguinoliento que cierra mi paso para acabar rompiendo esa especie de bolsa de aguas que veo allá al fondo. Me suena que han dicho que esta tarde sin falta llegará la fase de expulsión. Joder, suena un poco penoso, pero así ha de ser. No sé lo que me esperá allá afuera, mas esa incertidumbre no me amedrenta, me motiva.
Así ha de ser, digo yo. Abandono el calor de este que ha sido mi hogar con alguna que otra interrupción para salir a ese frío mundo que ahí arriba me espera. No espero que nadie tire para que asome la cabeza, ya me empujaré y bracearé yo solito. Y también espero que el cordón umbilical se estire. Pero no se corte. Para de él colgar con pinzas de plástico todos los recuerdos que comparto con vosotros y que no olvido. Y justo estaréis al otro extremo de mi vida, no sé si haciendo las funciones de virtud o de vicio, aunque lo más probable es lo segundo...
Prometo seguir pendiente de lo que dejo atrás, lo recordaré cada vez que vea mi ombligo, pero adelante espera el futuro, como siempre. Y camino hacia él gateando y con cara de puto perro de presa.
AMIGOS, PARTO!
Otra vez llega la tercera semana de agosto. Otra vez abandonan la Comarca. Y dejan atrás estos recién calcinados pastos para adentrarse en esa tierra siniestra y oscura más allá de las montañas del norte. Nadie en su sano juicio osaría pisar aquella tierra yerma de patriotismo y disciplina. Pero siempre hay alguien que deja lo cabal a un lado y desecha juicio y raciocinio en pos de vivir aventuras y experiencias que endurezcan su carácter. Que curtan su piel llenándola de cicatrices de batallas perdidas. Quizá sea una especie de peregrinación masoquista, un castigo auto-impuesto e infligido camino de su particular calvario.
Todos sabemos lo que allí les espera. Peligros, demonios, infiernos... y quién sabe que otra aberración se esconderá tras los muros de aquellos execrables parajes. Engendros con la testa cubierta por un simple fieltro, armados con una especie de lanza sin punta alguna, demostrando lo grotesco y atrasado de su cultura. Jóvenes criaturas con orejas perforadas y cabellos enredados que brindan y beben de botellas de contenido altamente pernicioso e inflamable. Incluso algún animal gigante encontrarán en su camino, obra sin duda de la mente más malvada, perversa y demente imposiblemente concebida por el mismo que creó al ser humano y al buen español. Y custodian su castillo. Una fortaleza metalizada disfrazada de navío a la deriva que parece surcar lentamente inmovilizado las negras aguas de la ría que da de beber a sus hijos. Por qué lo hacen? Qué necesidad tienen de pasar calamidades y convertir sus constitucionales vidas en un sinuoso camino con posibilidad de extravío? Acaso han sentido alguna llamada? Acaso responden a algún encantamiento? Quién sabe. Quizá nadie sepa... Así está el país, señores. Y el Mundo. Y la Razón.
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Ya ha pasado el día 15, ya es hora y fecha de subir a Bilbo. Allá que vamos de nuevo intentando olvidar penurias y sonreir al futuro rodeados de cachondeo, música y buen ambiente. Y pertrechados de una exigua mochila arreamos cargados de baterías y buenas intenciones como otros tantos años en busca de los conciertos gratuitos perdidos en nuestra tierra. Allí estarán las txoznas, los fuegos, las tabernas y nosotros, rodeados de vosotros y gente como ellos. Paisanos de los de txapela y katxaba (o como se escriba garrota en euskera). Gente joven de espíritu regando la panza e inundando el kasko. Y pasaremos a ver a puppy y la araña, custodiando las puertas que dan entrada a una obra de arte que encierra otras a modo de muñeca rusa. Saludaremos a la ría, se llame como se llame en ese momento y volveremos al hogar tal y como partimos, pero con un par de recuerdos acumulados. Que en el fondo para eso hacemos las cosas, o es que acaso la vida es algo más que una continua edificación de recuerdos??? Así está mi mundo, señores.
El de mi pueblo, claro.
Todavía ni tan siquiera hemos metido mano en forma de cuchillo a la mítica barra de porcino en adobo y su delicado aroma a colesterol torradito ya asoma a mi pituitaria. Ahora me alegro más todavía de ser un pérez. De tener esta nariz terminada en bola de proporciones un pelín exageradas y utilidad prácticamente nula. Nula, de no ser por su total autoridad sobre el resto de mis sentidos. Primero hay que oler. Si huele bien, mejor sabrá, aunque el aspecto es importante también, a ver. El caso es que todo mi organismo está siendo llevado en volandas por mi nariz hacia una nevera en una casa en un barrio en Madrid. La nariz me mueve, la nariz me mata. Y en este camino que sigo me cruzo con la familia Martínez Bordiú, que, siendo tan francos como son, me reconocen que a ellos les sucede algo parecido con la nariz, no sé. Carmén se marcha subida a cotanas en la espalda de su aparentemente palurdo novio, que surca las calles de esta tórrida ciudad a base de saltos de longitud increíble. La una a horcajadas, el otro qué quijada, oiga! Pocholo duda, se descalza y se mete dentro de su mochila, junto con la moto y una docena de crápulas fosforescentes. Ahí les dejo, yo no puedo frenar mi marcha.
Hombre, la familia Aznar, qué majetes. Unos vestiditos de pseudo-hippies opusinos y los otros de familia Aznar con su consecuente piñata coronada por un lánguido bigote -en algunos casos, sólo-. Y Anita luce un bombo que su marido pregona a platillo. Y entre bombos, platillos, pitos y flautas diviso junto a Alejandro a Flavio Briatore, o quizá es Ostarzevich? No, el Briatore. Un tío que luce bronce en la piel y oro en cuello y muñecas como si estuviéramos en la edad de los metales. Qué cabrones, pues no me entero que Agag está haciendose de plata junto al italiano sacando jugosa tajada del insulso Fernando Alonso? Hombre Alonso, un saludo -Aznar, eh-. Pero por aquí no voy bien, huele más bien a quemado, a pasado, como a rancio...
Joder, si es que no estoy siguiendo un olor, sino su sombra, y es difícil. La mente vuela y las nubes huelen, como los perros. Lomo del alto Henares, con bien de sustancia y más condimento. Ey, paquirrín, hasta luego machote, machotón. Copón, pues no anda mal de solomillo el amigo. Sin embargo Julián está mejor que nunca, escuálido prácticamente, con la dieta de la alcachofa -de micrófono de prensa- seguida a rajatabla. Dientes, dientes, que es lo que les jode. Anda, que me hablen estos de dientes después de haber estado con los Aznar, vamos no me jodas. Mejor céntrate en arrancarle los suyos a tu hijo, que al final en vez de en motillo va a tener que salir de ligoteo en bañera ¿?. Con su gayumbito debajo del bañador para no dejar que sus fans enloquezcan al disfrutar de la visión de sus posaderas recreando una estampa propia del mismísimo Akebono. Por cierto, hasta luego señor ministro. Mírale que majo haciendo los crucigramas del ABC.
El rastro vuelve a ser fácil de seguir. Me voy centrando y acercando al objetivo casi sin darme cuenta. Uy, pues por aquí debo ir mal, porque han debido hacer costillas, pero ya las han roido y han dejado los huesos ahí tirados, fatalmente pelados, por cierto. Ah no, que es Ana Obregón. Pues lo que yo decía. Chau señora, póngase el pareo, a modo de burka no le sentaría mal. En fin.
Ya huele, ya huele, ya huele... una barbacoa. Y en pleno campo. Anda cojones, si es farruquito celebrando con sus colegas la benevolencia de la sentencia. Mírales, guitarras en mano y sombrero en cabeza haciendo un botelloncejo. Cómo me molan las barbacoas, lástima que ahora sólo puedan hacerse mientras llueve. Qué envidia, mira a farruquito ahí sentadito, a la sombra. Pues así deberías quedarte unos meses machote. A la sombra, que no veas la que está cayendo...
Joder, qué bueno va a estar el lomo, cuando lo encuentre.
Así que ya podéis ir haciendo la maleta, que nos vamos. Pero ya. Mi playa no espera. Aparece cuando de verdad quieres estar en ella y desaparece en cuanto alguien abre la puerta. Por eso también conviene apagar teléfonos y demas artículos tocapelotas.
El mar que baña mi playa es chiquito. En una simple caracola caben sus olas, sus mareas y hasta sus resacas. Siempre limpito. De agua fresca y cristalina. Sólo la espuma que crea su débil oleaje interrumpe la clara visión que tenemos constantemente del fondo. En él nadan toda clase de animales. Junto a mis pies, dibujando ochos que parecen un infinito mueven sus aletas Ortega y Pacheco. Miran hacia arriba con sus enormes ojos de telescopio esperando a que llegue el momento de la lluvia. Porque dentro de su agua la lluvia es de papel. Un papel colorido y proteínico que proceden a engullir en cuanto hace presencia sin la más mínima muestra de educación que pacientemente les he ido dando. Y mientras camino en su compañía hacia la orilla escucho cómo chapotean a mis espaldas los bichos. Siempre lo hacen. Justo cuando no estoy mirando hacia ellos es cuando eligen hacer gala de su viveza. Me giro, y nada. Nadan, se supone. Un enorme banco de iguanas, perros, canarios y tortugas sondean el lecho del pequeño mar buscando ramas, guisantes y huesos -normalmente de sepia, claro-. Y ortega y pacheco siguen sin alejarse ignorando estar ahora en un recipiente mayor que su pecera en Guadalajara. Bucay tenía razón. Pero para qué ir más lejos si aquí es donde mejor se puede estar? Puedes nadar tranquilo, desnudo ad infinitum. La caracola es tan pequeña que resulta invisible, pero su sonido te dice que sigues en ese mar de calma. Por eso para lllegar es mejor cerrar los ojos. Para no ver lo pequeño de la caracola. Para no saber que nos movemos en espiral y no avanzamos ni un milímetro mientras recorremos kilómetros de arena recién mojada.
Y su arena es fina y blanca. La más agradable que jamás estos feos pies hayan pisado. casi hasta duele hacer el feo de pisotear cada uno de esos agradecidos granitos de solaz. Y con ellos lleno un reloj y dejo que la arena quede suspendida igual que la vida en este mismo momento. Tumbado. Mirando pasar las nubes con los ojos bien cerrados. Jugando a adivinar, cuando no inventar, sus caprichosas formas. Cumulonimbos alados, elefantes y elogios del horizonte de algodón de desmaquillaje. Y uno con forma de nube es el que he elegido hoy como toalla. Y mientras el cálido sol seca mi pecho ella humedece mi espalda. Y vuelta. Y vuelta. Y el reloj. Y la arena. Y otra vuelta. Y la espiral. Y el despachito. Y el mac. Y otra vuelta. Y la moqueta. Y la persiana. y la caracola. Y la espiral...
Ha desaparecido. Pero volverá. Justo en cuanto lo desee. Justo en cuanto lo desees. Irá a buscarte a tu lugar de trabajo, y te llevará lejos, muy lejos. Tan lejos como puedas permitirte sin moverte del sitio. feliz verano en general, y a los currantes en particular.
Chau.
Me jugaría la mano izquierda mientras no levanto la derecha del fuego a que enseguida me bajaré de la cuerda floja para agarrarme a un clavo ardiendo. Me gustaría dejarme caer con un gran paraguas, conociendo fehacientemente la resistencia de la red que me separa del costalazo. Pero éso sólo les pasa a unos pocos. Ni tan siquiera a los alegidos.
Y no sabes realmente lo que te traes entre manos, pero decides arriesgarlo por algo que se ve muy lindo allá en el horizonte. Parece lindo. Lindo lo imaginas, lo intuyes. Quizá una vez que lo alcances la realidad que antes era la suya pase a ser de tu propiedad mostrándote la cara menos amable de aquella atractiva quimera. Hum, una bofetada más en el mismo carrillo? Qué más dará. El caso es que te lanzaste y empezaste a nadar. A bracear luchando por alcanzar una meta cuando lo más común hubiera sido quedarse haciendo el muerto en las aguas en calma. Y quizá esa meta sólo te reporte el beneficio de haberla alcanzado, pero nunca te quitará la satisfacción de haber hecho el camino. De haber vencido. Porque la victoria se consigue al vencer el miedo a la confrontación, al asumir nuevos retos, no al derrotar al enemigo... seguramente ni siquiera llegue nunca a conocer su identidad ni su figura.
A por ello entonces!
/mucho cuidado conmigo, porque estoy escribiendo desde un teclado que apenas obedece a mis ordenes y no consigo hacer que aparezca convenientemente situada la correspondiente puntuacion/
La ventana anunciaba lluvia, el viento, la inminencia de la tormenta. El reloj corria a su habitual ritmo, pero las agujas alternaban direcciones haciendo que el tiempo apenas pasara y el dia oscilara como un herrumbroso pendulo. Otro dia mas en aquella parte que parecia ser ninguna. Solo. Vacio. Nada excepto un poco de algo muy parecido a su contrario. Musica. Fiel compa;era. Caminante, ociosa y errante como su conciencia.
Los dias terminaban pasando, y con ellos su vida. Y la de todos. El alma vacia y cabeza y bolsillos repletos. Bostezo tras bostezo jugando a hacer algo para que no pareciera que tiraba la toalla antes de marcharse los segundos. Por que hacer algo cuando nadie te pide ni exige que hagas lo contrario? Mejor es ver pasar el tiempo de los otros mientras acumulas falsa experiencia y rellenas tu valija con enseres ajenos.
Y no est'a baurrido. Quiza desocupado. Despreocupado preparando su mente para tiempos mejores. Porque en este corral no hay becerros, ni terneros, solo vacas gordas, casi sagradas. Y su mision en aquel lugar nadie la conoce. Solo el que escribe las grandes lineas conoce. Se supone. Y aprovecha para recabar material del que no ocupa lugar, intentando mutar su volatibilidad en substancia duradera de una vez por todas. Cierra la puerta y esta mas solo, prefiere sentirse ailsado que apartado.
Pronto sera su partida a tierras lejanas. A una tierra que le espera con los brazos cruzados y las piernas abiertas. Y alli llegara la tropa. Con la vehemencia del que asalta un fortin derribaran toda barrera y haran de lo desconocido su casa, de lo inexplorado su templo. Acompa;ados el uno del otro en simetrica coreografia. Alli estan todas las vacas. Y su corral es grande, sobre todo si se llena de reses peque;as...
En su antiguo exilio permanece sentado en su silla azul de espiritu agrisado. Se supoen que tecleando, investigando, trazando, que se yo. Y ahi sigue. Porque nunca se marchara. Nunca sera despedido ni reemplazado. Nadie podra echarle de menos porque, a fin de cuentas, alguna vez vino?