5 de Agosto 2005

OS INVITO A MI PLAYA-.

Así que ya podéis ir haciendo la maleta, que nos vamos. Pero ya. Mi playa no espera. Aparece cuando de verdad quieres estar en ella y desaparece en cuanto alguien abre la puerta. Por eso también conviene apagar teléfonos y demas artículos tocapelotas.
El mar que baña mi playa es chiquito. En una simple caracola caben sus olas, sus mareas y hasta sus resacas. Siempre limpito. De agua fresca y cristalina. Sólo la espuma que crea su débil oleaje interrumpe la clara visión que tenemos constantemente del fondo. En él nadan toda clase de animales. Junto a mis pies, dibujando ochos que parecen un infinito mueven sus aletas Ortega y Pacheco. Miran hacia arriba con sus enormes ojos de telescopio esperando a que llegue el momento de la lluvia. Porque dentro de su agua la lluvia es de papel. Un papel colorido y proteínico que proceden a engullir en cuanto hace presencia sin la más mínima muestra de educación que pacientemente les he ido dando. Y mientras camino en su compañía hacia la orilla escucho cómo chapotean a mis espaldas los bichos. Siempre lo hacen. Justo cuando no estoy mirando hacia ellos es cuando eligen hacer gala de su viveza. Me giro, y nada. Nadan, se supone. Un enorme banco de iguanas, perros, canarios y tortugas sondean el lecho del pequeño mar buscando ramas, guisantes y huesos -normalmente de sepia, claro-. Y ortega y pacheco siguen sin alejarse ignorando estar ahora en un recipiente mayor que su pecera en Guadalajara. Bucay tenía razón. Pero para qué ir más lejos si aquí es donde mejor se puede estar? Puedes nadar tranquilo, desnudo ad infinitum. La caracola es tan pequeña que resulta invisible, pero su sonido te dice que sigues en ese mar de calma. Por eso para lllegar es mejor cerrar los ojos. Para no ver lo pequeño de la caracola. Para no saber que nos movemos en espiral y no avanzamos ni un milímetro mientras recorremos kilómetros de arena recién mojada.
Y su arena es fina y blanca. La más agradable que jamás estos feos pies hayan pisado. casi hasta duele hacer el feo de pisotear cada uno de esos agradecidos granitos de solaz. Y con ellos lleno un reloj y dejo que la arena quede suspendida igual que la vida en este mismo momento. Tumbado. Mirando pasar las nubes con los ojos bien cerrados. Jugando a adivinar, cuando no inventar, sus caprichosas formas. Cumulonimbos alados, elefantes y elogios del horizonte de algodón de desmaquillaje. Y uno con forma de nube es el que he elegido hoy como toalla. Y mientras el cálido sol seca mi pecho ella humedece mi espalda. Y vuelta. Y vuelta. Y el reloj. Y la arena. Y otra vuelta. Y la espiral. Y el despachito. Y el mac. Y otra vuelta. Y la moqueta. Y la persiana. y la caracola. Y la espiral...

Ha desaparecido. Pero volverá. Justo en cuanto lo desee. Justo en cuanto lo desees. Irá a buscarte a tu lugar de trabajo, y te llevará lejos, muy lejos. Tan lejos como puedas permitirte sin moverte del sitio. feliz verano en general, y a los currantes en particular.
Chau.

Posted by eljebi at 5 de Agosto 2005 a las 11:30 AM
Comments

lo único que extrañamos es el alga plastificada que antes nos acompañaba, qué fue de ella? No estarás pensando en cambiarla por un buzo, un timón, o un cofre? Eh?

Posted by: ortega y pacheco on 5 de Agosto 2005 a las 11:35 AM

Un cofre? Jaja el de Annan. Aquí desde Ciga´s house le volvemos a saludar. Espero que cuando regrese a Madrid nos llame y así podamos reecontarnos.
besitos de dos ESDs.

Posted by: leopanto & ciga on 7 de Agosto 2005 a las 12:14 PM
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