Es una idea como otra cualquiera. Una determinación motivada por la propia falta de motivación. Consecuencia lógica de un estado plano y remansado de mi propia persona (humana, digo). Y del bloque de hielo en el que me hallo encerrado no encuentro escapatoria. Quizá porque no la busco, ya demasiado aterido, por no creerme acomodado. Mi desidia es el pan que me alimenta y mi propia orina debería ser el líquido elemento de la nueva forma de vida que he creado, pero es que ni para mear hago fuerza.
Imagináos cuán penos resulta la tarea de intententar golpear acertadamente el teclado con estos dedos amoratados, con los que no puedo hacer ni el huevo. Unas invisibles agujas parecen asomar de la superficie de cada tecla como en aquella broma de la infancia del timbre de coña. Para qué padecer de esta manera si ya nadie deja un simple comentario? Si ya nadie expulsa su vaho hacia mi cara intentando conseguir lo que no ha conseguido mi sangre caliente? Roja y caliente. Como el buen vino. Como aquello que ha perdido su húmedo sabor a falsa valentía.
Pero el de hoy parece ser un día distinto. Algo parece haber cambiado, mutado a mejor. A mejor por ser distinto aún ignorando saber si el cambio será a peor. El sol golpea el hielo como ayer, con una fuerza imponente por su insitencia. Mayor por su constancia. horas y horas de continuo ataque que se convierte en asedio en estas horas centrales del día. Y yo sigo sentado en mi hialino trono eperando sentir vibraciones. Ésa que me diga que Anan Belén me ha llamado y no me ha ofrecido nada excepto un nuevo horario de vida para los próximos seis meses de mi caminar. Pero las que siento son otras. Y su origen me es grata y fácilmente conocido. Y también lo es su destino. De dónde vengo, hacia dónde voy? Ahora podría responderlo. De él me separan indeterminadas horas de galopada en el caballo negro del último guerrero que queda en mi entorno inmediato. Infinitas horas de risas, metal e infamia. Breve largo camino en deliciosa compañía que hará de nuevo correr mi sangre por las venas de todos haciendo fluir el santificado por las fiestas vino de la vida. Y el frío manto que me cubre comienza a resquebrajarse tejiendo telerañas de cristal en su propio interior. Actuándo como potente lupa que multiplica la intensidad de cada uno de los dardos de fuego que envía aquella bola del cielo, cegándome y haciéndome cerrar los ojos para poder volver a ver la luz y la vida. obligándome a abandonar el letargo y llenar una mochila con fardos de buen rollo o como quiera que se exprese ahora esa misma sensación. Y empujo el solidificado elemento que ahora parece ceder a mi empeño, aunque sólo sea para dejarme libre por un fin de semana. Una especie de tercer grado que debería convertirse en libertad duradera distinta a la del megalómano amigo americano. Y sólo necesito una mano amiga, un golpe de suerte que haga añicos finalmente la muralla del infortunio, y ahí la veo. Justo al otro lado del translúcido manto que nos separa. Y yo empujo y las manos golpean. Yo utilizo mis manos, las manos utilizan mazos para golpear y piquetas para castigar la piel del animal. Y pronto lo romperemos. Colgaremos su piel de una cuerda mientras clavamos sus extremos al verde suelo de villarrobledo con las piquetas y mazos que fueron sus verdugos. El cadalso empapado de inolora sangre que evaporándose o de nuevo solificándose queda en una roja habitación de Guadalajara, la vida en enormes vasos compartida a grandes tragos en el Viña, el animal...
ahora lo llevamos dentro y le rendimos culto peregrinando entre escenarios hasta llevarlo el sábado en la noche a Sepultura (seis años después vuelvo a veros, sí señor)
...PAPAL, llévame al circol!
- Nol!
- Papar, llévame al circol!
- Nol, quien quiera verte, que venga a la casa.
haber habemus pocos, pero qué majetes que somos, eh?
Germán vuelve a articular con los músculos de su cara esa expresión tan poco habitual que utiliza como pancarta de bienvenida para Siro, su mostachudo y adustamente simpático compañero. Sabe que hoy el trabajo no se le ha dado muy bien, que poco a poco se le ha ido gastando esa frescura que imprimía a cada una de sus intervenciones a golpe de tsunami y aurresku de lehendakari. Siro saluda a su imperceptible interlocutor y da por iniciado su monólogo mientras Germán busca en sus galerías las sabias palabras con las que dar cierre a la página que escriben. No cuesta mucho dar con ellas, pero sí organizarlas para que formen un todo con inteligible significado. Ellas no son las sabias, lo es quien consigue hacer de su nada un poco que signifique mucho a oídos de todos, digo. Y entre una broma sobre los palpables papables y su encierro en una cárcel de papel rodeados de frescos y una fingida apuesta sobre el futuro de la competición liguera finaliza el diario de otra noche. Deber cumplido. Despedidas y bienvenidas, ya en casa. En su cama Germán no duerme. Intenta. Pero a su cabeza vienen las palabras de Siro y su ausencia de expresividad. Esa ausencia tan notoria por, precisamente, su naturaleza nada ostentosa.
Germán, duerme tranquilo esta noche, sueña con una noticia y disfruta componiendo y acariciando su cuerpo mientras le das forma. Busca una música de fondo y las imágenes adecuadas para hacer de tu sueño un pulitzer desierto. El problema lo tiene Siro bajo su mesa. Un poco más abajo en el staff de la redacción de deportes de Telemadrid. Allí mora un ser elegante y cachondo que se encarga de cerrar el espacio de Manolo Lama o quien venga en su lugar con las imágenes más espectaculares, o al menos de sonorizarlo. La locución es apenas perceptible, pero el fondo lo llena todo haciéndose forma. El otro día fue gracias a Javi Navaro, hoy gracias a la fórmula 3. El otro día fue el Roots Bloody Roots, hoy fue Ratamahatta