Arena, cemento (o sease, masa) con agua (con agua Benito, con agua). Pimpan, pimpan, y hacemos un muro. Y ese creador, con un lapicero tras la oreja y tarareando las canciones de su excompañero Bustamante, construye un sólido muro en tan sólo décimas de segundo ante nuestros cerrados ojos. Cerrados porque la construcción sólo le ha llevado lo que tardamos en un parpadeo. Ese segundo que nos lleva del 31 al 1. De las 23 a las 0. Y en ese muro te lamentas de estar de nuevo en el paro. De poder vislumbrar el final del verano. De haberte dado justo de bruces contra un grupo de sus ladrillos. Y unos lo llaman realidad. Otros barrera. Algunos traba. Y otros lo llaman límite. La linde que separa su estado social del nuestro. Pero unos poquitos no nos resignamos a todo eso. Un poco de inconformismo. Inquietud. Ilusiones. Y en ese muro vemos un reto. Una motivación. Un listón futuramente franqueable. Y en ello estamos. Y por eso nos esforzamos.
Lucha, cae, calla, levanta, grita, llora, sufre, ama, rechaza y resiste. Y con la pequeña cucharilla que conforma nuestra autoestima empezamos a rascar el muro. Con toda nuestra fe empujamos. Con la poca ilusión que aún nos queda soplamos y soplamos. Los tres cerditos que viven al otro lado ríen ufanos. Fumana sus puros y retozan con sus maniquíes. Y nosotros ahí seguimos. Apretando los dientes y cerrando los puños. Y ya vemos lo que hay al otro lado. Y vemos el futuro que nos merecemos, aquello por lo que hemos luchado. Aquello por lo que seguiremos luchando. Y veo cómo cambiáis un toro mecánico por un sillón de cuero. Y veo cómo cambiáis los sueños por logros. Y veo cómo cambiáis anillos por alianzas. Y veo cómo cambiamos futuro por presente. Y también les veo a ellos. Los que nos despiertan en lo más bonito del sueño con sus estúpidos horarios. Los que no nos dejan imaginar con sus inhumanas condiciones. Y veo que la solución no está en derribar el muro, sino en moverlo. Sólo es un puñado de barro que nos cierra el paso. Infranqueable. Y que así sea. Sólo tenemos que hacer fuerza entre todos y empujar de una de las esquinas. Hacerlo girar sobre la otra y abrirlo como si de una puerta se tratase. Porque no es más que eso. Y al abrirla dejaremos libre el camino hacia nuestros sueños. Podremos caminar sobre seguro. Podremos caminar hacia nuestro destino. Podremos caminar hacia el horizonte para no alcanzarlo. Y así seguir por siempre caminando y medrando, que me canso de repetir que para eso nacemos. Y así todos contentos. Nosotros hacia adelante y ellos tras su muro. Encerrados pero ignorando estarlo. Creyendo estar sobre un pedestal nos mirarán por encima del hombro. Oiremos sus risas mientras nosotros subimos a lo más alto sin separar nuestros pies del suelo. El suelo que conforma nuestro mundo. El de nuestros sueños...