24 de Junio 2004

EL TÍTERE SIN CABEZA-.

Nuestro amigo la había perdido en una de sus caídas, pero ya no recordaba en cual. Seguramente fue en la del guindo, porque cuando le pusieron a caer de un burro ya había sido previamente decapitado.
Su caminar parecía desgarbado, su torso se doblaba sobre sus rodillas. Pese a las magulladuras y contusiones no se le veía amoratado, y eso que se había puesto morado de ver marionetas esa mañana, rojo incluso cuando una descarada le puso en un brete pidiéndole que fuera él quien la manejara. Mas ninguno de esos colores permanecía. Verde era como se le veía. Verde era como le habían puesto.
Seguía caminando por el tablado, cada vez más cerca del muro, para poder pasar entre una espada y una pared que amenazaban con detener su marcha. Esa espada no llegó ni tan siquiera a importunarle, tampoco lo hacía la que pendía sobre su cabeza. El caso era que cuanto más se alejaba del escenario peor se encontraba, pero no se detenía. Tras las bambalinas encontró unos sacos de arena atados por unas cuerdas que pendían del techo. Afortunadamente nadie le puso contra ellas, aunque sí le puso una zancadilla, con la que la mayor parte de sus aspiraciones acabaron por los suelos. Usó las pocas aspiraciones que le quedaron sanas para coger aire. Se levantó y continuó su con su escapada. Ahora el dolor se centraba en su bajo vientre. De vez en cuando sentía una opresión inconsolable. Sin duda le estaban poniendo a parir. Pero ésa fue su última prueba, su último suplicio. Ahora le quedaba una última caída, la más anhelada. Así que siguió paso a paso hasta caer en el olvido.
Entonces, fuera del escenario, recordó lo sucedido. Se recordó a sí mismo entre los demás títeres. Y le recordó a él, dejándolos a todos sin cabeza con su afilada lengua. Y nada tenía que ver su decapitación con sus caídas. Y ahora su peso descansaba sobre sus débiles miembros, desequilibrado al haber perdido su soporte principal. Muchos hubieran preferido quedarse en el teatro esperando a que lo recompusieran, pero él no. Él había marchado y asumía sus actos. Ahora le espera un nuevo mundo, donde quizá nadie pueda recomponer su cabeza. Pero eso no le inquieta. Prefiere seguir viviendo sin cabeza. Prefiere seguir siendo él quien mueva sus propios hilos…

Posted by eljebi at 24 de Junio 2004 a las 01:19 AM
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