Alfonso no había pegado ni golpe en toda su puta vida. Nunca había durado más de un curso en el mismo colegio. Siempre malas notas. NM.
Jamás pisó instituto ni academia. Las paredes de ninguna biblioteca vez alguna oirían el eco de sus pasos. Gamberradas, cacicadas, borracheras y la misa de 11 de los domingos. Siempre bajo la alargada sombra de su padre nada temía. Nadie podía osar a parar sus pies. Y así sería hasta su entrada en la treintena.
Treinta y cuatro años y cero capacidades y aptitudes. Demasiado tarde para meterse a cura pederasta. Única salida: la política. Él último espaldarazo de su padre se llevaba también su último aliento. Y Alfonsito se arrodillaba para depositar unos marchitos chaveles sobre la lápida que cubría la tumba de su padre y se incorporaba rápidamente para lucir su recién estrenado pin con forma de gaviota (un aniñal carroñero y maloliente, por cierto). "Padre, gracias por haberme educado desde siempre como a un polítio", decía. Y vistiendo trajes caros, engominando su pelo y bajando sus pantalones, el analfabeto Alfonsito llegó a ostentar la cartera de cultura en el Ayuntamiendo de la capital del Principado (hablo de Oviedo, Alfonsito, que sé que lo de las autonomías se te daba muy mal). Un cómodo sillón y una agenda repleta de almuerzos y vinitos con una serie de nombres a los que seguía la siempre útil aclaración sobre su correspondiente currículo de Loli. Su atenta secretaria. Así un día tras otro. "¿Cómo?, que unos chavales quieren verse conmigo para hablar de una revista?". "Sí, señor Alfonso", decía Loli, "es uno de esos libro finitos donde salen hombres desnudos". "Ah, revistas. Pues que suban." Y hasta Oviedo se desplazaron (450 km) unos jóvenes con un ejemplar de su futura revista bajo el brazo.
En el despacho- "Perdón por el retraso jóvenes (era culpa de sus padres y la genética, no suya)". "A ver, ¿qué queréis?." Y así comenzaba una conversación que terminaría a los cinco segundos, con los jóvenes enojados y cariacontecidos, y con Alfonsito corriendo hacia los pies de Rajoy (que visitaba ese día la ciudad) desabrochándose el cinturón.
Avaricia a favor de la incultura. Y Alfonsito decide eliminar las subvenciones de su concejalía para así destinar los fondos a fines mayores, como lo es su enorme hucha. La hucha la tiene en un cajón de su mesa. Es de metal, y con forma de animal. La hucha tiene forma de gaviota, en ese despacho Alfonsito es el único cerdo...
Ya lo cantaba Edul: NO PODEMOS ESPERAR NADA DEL GOBIERNO...
Posted by eljebi at 3 de Marzo 2004 a las 12:56 AMEstoy de acuerdo.
Ya sabéis que mis ideales no es que gocen de rojeces, pero por una vez pido el voto para ZP,ya sabéis que yo en alguna noche fui zape.
"...pues ampara y protege a asesinos"
di que si.
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