4 de Julio 2003

COLEGIO DE MAGIA Y HECHICERÍA para niños-.

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El jebi, en su afán aventurero ha decidido pasar una temporada (unas tres semanas) en el auténtico castillo Hogwarts (un castillo-palacio con reverberación en los pies).

J.K. Rowling lo describe como un castillo enorme, al que sólo se puede acceder cogiendo el Hogwarts Express y sólo puede ser visto por los ojos de un mago. En su lugar, los seres sin ningún tipo de poder, como muchos de vosotros, sólo verán un montón de ruinas, al estar protegido por un poderoso hechizo (aquí terminó mi labor de investigación). Esta simpática señorita, con menos luces que el salpicadero del Seat Málaga del Angelete, ha creado un absurdo mundo fantástico con dos escalones, el peldaño de los magos, y el de los mortales humanos. Si la susodicha señorita prestara algo de atención a lo que sucede a su alrededor hubiera descubierto, allá en las alturas, un tercer escalón. El de los seres superiores. Un escalón muy estrechito, donde pueden pisar muy pocos pies a la vez. Todos casi a la altura del ser supremo. Un lugar desde donde se ve perfectamente el estado de las cosas, el triste caminar del mundo. Un lugar donde las cerillas se lanzan y estallan, los huevos cambian de color y los sustantivos acaban en L y todos los tiempos verbales en R. Inigualable atalaya desde donde contemplar el mar de Madrid, las urbanizaciones de Eastbridge y lo payaso que es Questionón.
Los seres que allí habitamos, miramos hacia el castillo de Hogwarts y vemos que realmente no es más que un piso en una calle del barrio de Aluche. Eso sí, acceder allí realmente es difícil, una penosa tarea. El Hogwarts Express resulta ser o bien un tren de cercanías o un metro de la línea 5, esa que todos usamos alguna vez. Llegas a la puerta y ves el castillo allá en lo alto. 5 pisos. Uno tras otro, paso a paso, sin ascensor. En el castillo hace frío. Pero en seguida entras en calor y te empapas de la magia retenida en aquel lugar. Degustas el néctar de la ambrosía, con sabor a chistorra, porque la gente como nosotros tiñe todos sus supremos actos e intervenciones cuasi-divinas de un aspecto de garrulería y terruñerismo excepcional. Nos reunimos allí y comienza el akelarre. Son conciábulos inexplicables donde la magia, el bienestar, el miticismo y la amistad se hacen plenamente patentes. Muchos desearán pisar ese suelo encantado, subir a nuestro peldaño, pero seguirán viendo ruinas al mirar hacia arriba. Porque los que consiguen subir, lo hacen con sus ojos de mortal, y una vez allá arriba sólo son capaces de balbucear alguna palabra sobre el volumen de la música o la caída de algún plafón.
Allí estará el jebi, entre esas ruinas. En el castillo. Y no estará solo. Se celebrarán muchas reuniones, en fin de semana, seguramente. Pero quien nunca faltará de allí será su anfitrión. Un poderoso ser que se ve encerrado en un cuerpo que no está a la altura de sus virtudes. Una gran persona y mítico actor. Ahora todos lo reconocen por la calle tras haber protagonizado las aventuras de Harry Potter, pero no podemos olvidar sus humildes comienzos. Aquella época en la que felicitaba la navidad en nombre de Airtel, o aquella otra, ya más notoria, en la que apatrullaba la ciudad con un gordo alcohólico y del Atleti. Edul, mil gracias por ofrecerme una alcoba en tu castillo. Es todo un honor que, como ya sabes, acepto encantado.

P.D.: debido a que, según el propio Edul, Internet en el castillo tiene conexión a través de los cojones del anfitrión, este blog no será actualizado muy asiduamente. Eljebi dixit.

Posted by eljebi at 4 de Julio 2003 a las 02:15 PM
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