Carcelero, carcelero.
Carcelero, carcelero.
Por qué no engrasas el cerrojo? Ay, ay, ay...
...si todavía crees que eres libre
es porque no has volado tan alto
como para chocar con las rejas.
Sigo sin librarme de mi voluntario encierro, pero la ofuscación mental parece haber hoy disminuido.
Lamento haber tenido durante tantos días desatendidos a mis niños, que, dicho sea de paso, dejaré de llamarlos así para evitar escándalos neverlandiescos.
Llevo ya unos días aquí dentro. Mirando de vez en cuando a través del cristal de la ventana que hay a mi derecha. Y mi mente viaja en la dirección que le indican mis ojos intentando burlar las rejas. Aquí dentro hace calor. Miro al frente y sólo veo celdas de finos barrotes. Para hacer más llevadera la condena decoro sus paredes con colores chillones, hago aparecer y desaparecer sus barrotes, pero nadie escapa. Todo aquello que veo ha sido encerrado por mí. Pónganse en pie. Preside la sala el honorable juez y verdugo jebi.
Y así paso las horas de mi cotidiano presidio. Encerrando en las celdas más pequeñas a la mayor cantidad de elementos. Que se jodan. Aquí pagarán justos y pecadores por pecadores.
La semana pasada haciné frutas y hortalizas junto a quienes las despachaban y quienes venían a comprarlas. En los inicios de la presente hice presos a un grupo de mecánicos y peluqueras, y eché el candado dejando su trabajo y material junto a ellos. Y ahora condeno con total indolencia a cadena perpetua a los dentistas, sus enfermeras y todos aquellos que osan sentarse en su sillón. Ya noto cómo llega a mis cansadas narices el caliente y nauseabundo hedor a vegetales en estado de putrefacción. Percibo un aroma a sexo inmundo, aceite y afeites pesados. Sé que lo están haciendo. Sé que gritan y piden auxilio. Mas no habrá clemencia. Intentarán abandonar su celda a base de torno de estomatólogo. No los oigo. Ni mucho menos escucho. Hoy son los Dying Fetus mis compañeros de exilio.
Pero abandonaré este reducto en un par de horas, y ellos seguirán aquí dentro, bajo llave en su hoja. Y así seguirán mientras que yo tenga que seguir acudiendo a mi cita. Mi nueva compañera, su creadora y ejecutora. La herramienta de trabajo, ayuda y martirio.
Es la ofimática, y Excel y Access sus testaferros.
Posted by eljebi at 5 de Diciembre 2003 a las 06:31 PMla celda del conde era la número 34.
Ya sabes. Se escapó, se vengó, ganó y confió y esperó.
Pero el conde era el conde.